¿Son los partidos el problema de Puerto Rico?

2023-09-01T11:02:00.000-04:00

Algunas voces plantean que los partidos políticos son el mayor problema de Puerto Rico. Se plantea que los partidos dividen al pueblo. Se argumenta que sería mejor que los partidos no intervinieran en las luchas sociales, de las cuales intentan “aprovecharse”. Basta recordar por ejemplo, que en la jornada del Verano del 19 algunos sectores criticaron que militantes del Movimiento Victoria Ciudadana, quienes -desde los diversos espacios en los cuales luchan cotidianamente- participaban activamente de esa la lucha, recogiéramos endosos para la inscripción del partido. Se denuncia a toda persona que aspire o pueda aspirar a un puesto electivo como un oportunista que tan sólo busca adelantar su agenda personal. Si miramos el récord del PNP y el PPD es fácil llegar a esa conclusión. Sin embargo, antes de dar paso a estas ideas, conviene examinarlas críticamente. Veremos que, en lugar de adelantar, lo que hacen es entorpecer la lucha por el cambio que necesitamos.

¿Qué son los partidos?

Un partido, en esencia, es un grupo de personas que se organizan para elaborar e impulsar un programa. Puerto Rico, como todos los países, enfrenta problemas graves y complejos. Esos problemas están conectados. Por tanto, requieren soluciones integradas, que los atiendan de forma abarcadora. Los problemas económicos, energéticos, ambientales, urbanísticos (vivienda, transportación, etc.), agrícolas y alimentarios, laborales, presupuestarios y contributivos, por ejemplo, están relacionados. No se puede pretender atender uno adecuadamente sin atender los demás. Es decir, necesitamos un conjunto de soluciones integradas sobre distintos temas y problemas. Y esa es la definición de programa: un programa (político, económico o social) es un conjunto de propuestas y soluciones integradas. En ese sentido, la existencia de partidos es uno de los mecanismos fundamentales que tiene la comunidad para que sus integrantes analicen sus problemas y propongan soluciones para atenderlos. Por supuesto, es lógico y normal que ante los problemas planteados surjan distintos diagnósticos, distintos acercamientos y distintas propuestas. Es lógico y normal, por tanto, que surjan distintos programas y distintos partidos.

A través de los partidos, las personas impulsan la realización de su programa. Lo hacen de distintas maneras, según las inclinaciones de cada partido. Difunden sus ideas, realizan reuniones y mítines, postulan candidatos en las elecciones, intentan ocupar puestos electivos y si lo logran aprovechan esos puestos para poner en práctica su programa. Realizan o se unen a luchas y movilizaciones (marchas, piquetes, paros, huelgas, desobediencia civil) afines a sus posiciones. Se relacionan con otras organizaciones. Hay muchos tipos de partidos. Algunos partidos abordan una gran cantidad de temas, otros se concentran en ciertos issues (ambientales, por ejemplo). Algunos partidos son muy rígidos, otros son más flexibles. Algunos son democráticos, otros son muy jerárquicos. En algunos países los partidos actúan clandestinamente, en otros legalmente. Algunos asumen la lucha armada, otros se limitan a medios pacíficos. Pero dentro de esa gran variedad, todos mantienen ese rasgo común: agrupan a personas para impulsar determinado programa.

¿Los partidos dividen al país?

A veces escuchamos decir que los partidos siembran la división, que los partidos dividen al país por “colores” o “ideologías”. Que la lealtad a los partidos divide al pueblo. Parecería que si los partidos no existieran tendríamos un país y un pueblo unido. No es así. A Puerto Rico no lo dividen los partidos. Puerto Rico está divido, profundamente dividido: entre patronos y asalariados, ricos y pobres, grandes propietarios y desposeídos, desplazadores y desplazados, privilegiados y marginados o discriminados, opresores y oprimidos. Mañana se pueden suprimir los partidos y Puerto Rico seguirá igualmente dividido.

¿Quién gobierna, quién domina?

De hecho, más que provocar, los partidos reflejan la división del país. La reflejan porque los programas y acciones de los partidos corresponden a los intereses de uno u otro sector, de una u otro grupo o clase en que el país está dividido. El alto liderato del PNP y el PPD han estado y están comprometidos con los intereses (o al menos son incapaces de retar los intereses) de los sectores y clases privilegiadas del país: las clases ricas, patronales, propietarias, privilegiadas y desplazadoras. El problema del pueblo trabajador, pobre, desplazado, desposeído no son “los partidos”, son los partidos que representan los intereses de esas clases privilegiadas, los partidos del privilegio.

¿Cómo combatir a los partidos del privilegio?

Para combatir a los programas, las políticas y las acciones de los partidos del privilegio, el pueblo necesita su propio programa, sus propias políticas, su propio plan de acción. Lejos de descartar “los partidos” como si ese fuera el problema, el pueblo necesita su propio partido o sus propios partidos, con programas que atiendan sus necesidades e incluyan las propuestas y las demandas de sus luchas. Aquí vemos cuán contraproducente resulta el discurso “anti-partido”: si rechazamos construir nuestro partido garantizamos que el PNP y el PPD sean los únicos partidos. Si rechazamos tener nuestros candidatos, nos aseguramos de que todos los candidatos sean del PNP y el PPD. Si no aspiramos a puestos de gobierno, aseguramos que todos los puestos sean ocupados por el PNP y el PPD.

¿El pueblo es diverso o monolítico?

El pueblo trabajador y desposeído es diverso, y enfrenta graves problemas. Es lógico que en su seno existan actitudes y posiciones distintas sobre cuáles problemas son más apremiantes, sobre cómo atender ciertos problemas, sobre cómo financiar las soluciones y sobre muchos otros temas. Es lógico y normal que entre los sectores comprometidos con la gente y el ambiente surjan distintos programas, distintas propuestas, distintas agendas, distintos énfasis, distintas organizaciones, y, por tanto, distintos partidos. Esas diferencias son legítimas. El curso de acción correcto no es algo que se revele por acción divina. No es evidente. Tan solo puede descubrirse en la práctica y comparando distintas propuestas y programas y sus resultados. No tiene sentido pretender suprimir o censurar esa diversidad. Necesitamos unidad en la acción, no uniformidad. Por eso, es incorrecto plantear que las marchas, protestas y actividades no se traigan banderas, o emblemas o literatura de los partidos y organizaciones políticas. No: ¡que cada cual que apoye la lucha venga con su bandera, sus ideas, sus emblemas y su programa! Queremos conocerlas todas y poder debatirlas. Así se construye la más plena democracia a la que aspiramos. Ningún partido tiene derecho a imponer sus ideas, pero tampoco puede prohibirse que una organización política, incluso un partido, haga pública su presencia por el hecho de que a alguien no le gusten las ideas de ese partido. En ese caso, el anti-partidismo se convierte en una posición francamente anti-democrática.

En resumen

Nada hay de objetable en que activistas preocupadas por los problemas del país funden partidos y movimientos políticos. Esto quiere decir que han entendido que las luchas en defensa de los trabajadores, el ambiente, las mujeres, etc. es también una lucha política y que esa lucha política incluye o debe incluir la creación de un partido.

Nada hay siniestro en que un participante en las luchas sociales (sindicales, ambientales, de la mujer, estudiantiles, etc.) sea miembro de un partido o aspire a un puesto electivo. Esto quiere decir que ese activista entiende que la lucha social incluye el objetivo de ocupar puestos electivos para desde allí impulsar la medidas y acciones que las movilizaciones (paros, huelgas, campamentos, etc.) exigen. 

Nada hay de objetable en que un partido se una y apoye pública y activamente una lucha, a la vez que despliega sus emblemas, difunde sus ideas e intenta atraer personas a sus posiciones. Construir un proyecto político que sirva de vehículo para las luchas del pueblo es perfectamente legítimo. Más aún: es necesario. Alguien puede objetar las posiciones de un activista, o la orientación y programa de un partido. Pero descartar o intentar desacreditar y censurar la pertenencia a partidos o la participación de partidos como oportunistas o ilegítimas por definición es una posición represiva y destructiva, que tan solo obstaculiza la lucha del pueblo.

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