
Sálvese quién pueda: crisis de seguridad ante el imparable éxodo en la Policía de Puerto Rico
2024-10-10T14:19:51.000-04:00

Se vacía la policía
El éxodo de agentes de la Policía de Puerto Rico continúa sin freno, alcanzando niveles alarmantes. La disminución en la matrícula ha pasado de ser un secreto a voces a una patente experiencia de indefensión ante el crimen que arropa toda la isla.
En 1998, el negociado contaba con 21,000 policías. Para el 2020, ese número se redujo a 11,532. El vaciamiento no ocurrió de la noche a la mañana. En 2018, Primera Hora reportaba que la fuerza había perdido unos 10,000 agentes en comparación con el 2011. El 2019 comenzaría con 985 bajas en relación al año anterior.
Lamentablemente, la tendencia ha persistido y, en los años siguientes, miles de agentes han salido de la fuerza, tanto por alcanzar la edad de retiro como por factores económicos, malas condiciones laborales, y falta de incentivos para permanecer en la fuerza.
El número exacto de policías activos en la actualidad es incierto y la falta de cifras oficiales por parte del negociado complica aún más la discusión y atención del problema, que no solo afecta la seguridad pública, sino que repercute en todos los aspectos sociales y económicos de Puerto Rico.
A pesar de la falta de cifras, la experiencia de la ciudadanía confirma el problema. La escasez de personal ha afectado las operaciones de las agencias de seguridad, tanto estatales como municipales. El patrullaje se ha reducido notablemente y los pocos policías en turno hacen lo imposible por responder a accidentes de tránsito, querellas de todo tipo, y proveer atención rápida a emergencias.
El cierre de cuarteles ha concentrado las reducidas fuerzas de orden en estaciones ubicadas en zonas de mayor incidencia, dejando numerosas comunidades desprotegidas. En algunos cuarteles, solo queda un agente como retén y quién tampoco está exento de la ola de violencia que alcanza incluso dentro del cuartel.
¿Por qué se van?
Los factores detrás de este éxodo son múltiples. Por un lado, los bajos salarios y las condiciones de trabajo precarias han sido una constante fuente de insatisfacción provocando en repetidas ocasiones ausentismo a manera de protesta.
A pesar de las promesas de reforma al sistema de retiro y aumentos salariales, los ajustes han sido lentos e insuficientes para compensar el costo de vida en Puerto Rico. Esto, sumado a las largas horas de trabajo y las tardanzas en recibir pagos por horas extra, también han contribuido al desgaste de los agentes.
La situación ha llevado a que algunos oficiales acepten ofertas de empleo en los Estados Unidos, donde las fuerzas policiales ofrecen mejores condiciones salariales y beneficios. La migración hacia los estados claramente ha acelerado aún más el problema.
Los esfuerzos gubernamentales por reclutar nuevos oficiales han sido insuficientes, no logrando llenar el vacío dejado por los oficiales que han renunciado o se han retirado.
Sin una intervención estructural abarcadora que ofrezca mejores entrenamientos, salarios, condiciones laborales y beneficios, la situación con seguridad continuará empeorando, con costosas repercusiones para todos los aspectos sociales y económicos de la isla.
La crisis de seguridad como efecto dominó
La reducción de policías es sino un síntoma de un deterioro estructural más profundo. Los cuarteles están desatendidos y faltos de mantenimiento. Programas como el proyecto de detección de disparos recién fue suspendido tras quedarse sin asignación de fondos. Los agentes mismos quedan inhabilitados de atender emergencias y ofrecer rondas preventivas por no tener marbetes en sus patrullas.
La violencia en Puerto Rico es un tema habitualmente reseñado por medios internacionales. Asesinatos de turistas en Isla Verde, Calle Loíza, Viejo San Juan y más recientemente en Dorado, se han vuelto en una lamentable constante. La falta de seguridad nos amenaza tanto a locales como visitantes y representa en fuerte contraste a la visión paradisiaca de la isla promovida a través del millonario gasto en publicidad del Departamento de Turismo.
El abandono del gobierno de la seguridad pública es sino una pieza más en el deterioro generalizado de los espacios públicos que facilita la proliferación del crimen. Tanto en áreas urbanas como rurales, la percepción de inseguridad crece, empujando a los residentes a guardarse en sus hogares y limitar su participación en la vida nocturna, afectando no solo su bienestar, sino el dinamismo social y económico de sus comunidades.
Este fenómeno del confinamiento social no solo agrava la inseguridad, sino que tiene profundas repercusiones sobre la salud mental. La falta de interacción comunitaria en lugares como plazas y parques, que antes servían como puntos de encuentro, acentúa la soledad y desconexión social, particularmente en las nuevas generaciones.
Miles de jóvenes han crecido en un Puerto Rico donde la violencia, los robos y carjackings son una aceptada parte de nuestra convivencia y nunca han conocido un país donde las plazas y los parques sean espacios de encuentro seguros para su salud y recreación.
El colapso de estos espacios comunes no solo es un síntoma de la rampante inseguridad, sino también representa una traba significativa para el desarrollo económico y social de la isla. Las soluciones no pueden ser temporales o cosméticas y van de la mano con cambios sustanciales a la forma en que nos educamos, trabajamos y existimos.
Es imprescindible elegir un gobierno que priorice la seguridad y el bienestar de la población para que Puerto Rico reencuentre la confianza de ocupar las calles de sus pueblos. Solo entonces podremos comenzar a reconsturir el hoy debilitado tejido social del que surge nuestra identidad como pueblo.