Adelanto de 2024: Victoria Ciudadana y la campaña de la novísima derecha

2023-09-25T07:52:58.000-04:00

El término “nueva derecha” se acuñó en la década de 1970 para referirse a los nuevos movimientos conservadores asociados con figuras como Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Gran Bretaña. Hoy enfrentamos una versión más extrema de esa derecha. Aquí la llamaremos la novísima derecha.

Puerto Rico ¿país socialista?

El vicepresidente de Proyecto Dignidad, Juan Manuel Frontera, publicó recientemente una columna que merece comentarse. En ella parte de un hecho indudable: el creciente rechazo en el país del bipartidismo PNP-PPD que ha dominado la política puertorriqueña desde 1968. Considera, correctamente, que ese ya reducido apoyo al bipartidismo seguirá decayendo y pasa a una pregunta fundamental: ¿con qué debemos remplazar ese bipartidismo?

El autor advierte contra la tentación de ver al Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) como una alternativa al bipartidismo. Según él, lejos de ser una alternativa, el MVC representa un intento de perpetuar las ideas y prácticas del bipartidismo. Esas ideas, según él, se originan históricamente en el socialismo moderado inglés del siglo XIX (fabiano) y pasan por el Nuevo Trato del presidente Roosevelt y los gobiernos social demócratas en Europa y otros países. En sus palabras, se trata de una nueva versión del “ala liberal/nuevo trato/social demócrata/fabiano”. Según Frontera, esta tendencia tuvo su época de gloria bajo el PPD (suponemos que fue en sus primeros años, influenciados por las políticas del Nuevo Trato). El MVC, en posible alianza con el PIP, ahora pretende perpetuar ese “sistema anquilosado en el que nos han sembrado desde los años 40”. Parecería entonces que desde la década del 40 Puerto Rico vive bajo gobiernos socialdemócratas, dominio que el MVC quiere perpetuar. Vale la pena recordar que entre las medidas del Nuevo Trato se encuentran la creación del Seguro Social y las primeras leyes de salario mínimo y de reconocimiento del derecho a la organización sindical. ¿Son esas disposiciones y programas aspectos del “sistema anquilosado” que Frontera y Proyecto Dignidad quieren revocar?

La idea de que Puerto Rico ha tenido gobiernos de izquierda o socialistas desde hace décadas (es decir, que el PNP y el PPD son partidos de izquierda) podrá parecer absurda y lo es. Pero es una idea compartida en amplios sectores de la novísima derecha. Podemos citar, por ejemplo, a Jorge L. Rodríguez, líder del Instituto de Libertad Económica (ILE), quien afirma que todos “los partidos que han gobernado” (es decir, el PNP y el PPD) en Puerto Rico han sido de “centroizquierda a izquierda”. En Puerto Rico siempre hemos tenido “social-demócratas”. Más aún en Puerto Rico no ha existido el capitalismo. En Puerto Rico, siempre hemos vivido “bajo gobiernos socializados”. Según Rodríguez, “Puerto Rico nunca ha tenido capitalismo. Siempre hemos vivido bajo un sistema socialista y social-demócrata”. En fin, según esta lógica, los problemas de Puerto Rico se deben ¡al socialismo!, promovido por el PNP y PPD.

Rodríguez es seguidor de las ideas de Hayek y Friedman, dos teóricos del neoliberalismo y el fundamentalismo de mercado. De hecho, las ideas de esta corriente nos dan la clave de la “lógica” que subyace el análisis de Rodríguez y sus colegas, incluyendo a Frontera y sectores de Proyecto Dignidad. Según esta corriente de pensamiento, las decisiones por agentes privados y la competencia en el mercado es la mejor manera de organizar la actividad económica. Por tanto, según esta posición, prácticamente cualquier problema (desempleo, pobreza, falta de vivienda, crisis económica o fiscal) es resultado de algún obstáculo que impide o distorsiona el funcionamiento óptimo del “mercado”. La solución, por lo mismo, es remover ese obstáculo, es decir: no menos, sino más “mercado”. El mayor obstáculo, según esta posición es la intervención del estado en la economía, aunque las organizaciones obreras son otro obstáculo importante. A su vez consideran que las intervenciones del estado (a través de leyes laborales, reglamentaciones, impuestos a las ganancias, creación de empresas públicas, etc.) son manifestaciones del socialismo. Si las intervenciones del estado son manifestaciones del socialismo hay que concluir que cualquier partido que haya promovido algún programa o reglamentación gubernamental es, aunque no lo sepa, socialista. Y si los problemas económicos provienen de las distorsiones del mercado, entonces hay que concluir que nuestros problemas se deben al socialismo. En fin, la tarea es liberar a Puerto Rico del socialismo y abrir paso al verdadero capitalismo.

Para impulsar estas ideas se fundó recientemente el ILE. Pero no se trata de columnas e ideas únicamente, sino también de acción política y de dólares y centavos. En mayo pasado se creó el Súper Comité de Acción Política (súper pac) “Democracia es Prosperidad” con el objetivo de intervenir en las elecciones de 2024. Su presidente es Manuel Reyes, también presidente de la Cámara de Mercadeo, Industria y Distribución de Alimentos (MIDA), una importante organización patronal. Según Reyes el súper pac se organiza para apoyar candidatos que “crean en el libre mercado, lo defiendan abiertamente y sean capitalistas”. Por su lado, Rodríguez, del ILE, celebra que el súper pac se ha “creado por los grandes industriales de Puerto Rico para apoyar a los partidos y candidatos capitalistas que favorecen el libre mercado”. 

A la vez, la idea de que Puerto Rico sufre las consecuencias de una izquierda que ha gobernado secretamente ha ido percolando entre los analistas políticos. Según el columnista Iván Rivera, en Puerto Rico los “socialistas disfrazados de progresistas” con la ayuda de aliados en el PPD y PNP han “erigido un intervencionismo de estado sobre la libertad de mercado y las libertades individuales en general, que ha terminado siendo una camisa de fuerza para el desarrollo económico”. Ante este socialismo que ha ido avanzando silenciosamente, disfrazándose de “progresismo”, Rivera convoca a que los electores del PNP y PPD se aseguren de que sus candidatos en 2024 sean personas comprometidas con “la libertad económica y el libre mercado” para que así puedan enfrentar a “los socialistas y ramas anexas”.

Regreso al planeta tierra

La idea de que en Puerto Rico se ha estado consolidando un “intervencionismo de estado sobre la libertad de mercado”, expresada por Rivera y compartida por los autores que hemos citado, es un síntoma de severa intoxicación con el dogma neoliberal. A nadie que exprese tal idea se le debe permitir conducir un automóvil o manejar maquinaria pesada. ¿Será necesario recordar que desde finales de la década de 1990 en Puerto Rico se privatizó la Telefónica, el sistema de salud, la administración de rutas de la AMA, de autopistas, del aeropuerto internacional, de las lanchas de Cataño, Vieques y Culebra, de la transmisión, distribución y generación de electricidad? ¿O que la transición a la energía renovable se le ha entregado a empresas privadas? ¿Que desde 2014 se ha paralizado la negociación colectiva en el sector público? ¿Que en 2017 se aprobó una contrarreforma laboral que arrebató importantes derechos a los trabajadores? ¿Será necesario indicar que el empleo público en Puerto Rico se redujo a la mitad entre 2008 y 2023, de 275,448 a 158,526 empleos totales (una caída de 42%) o de 218,540 a 106,457 empleos de carrera (una caída de 51%)? Uno se pregunta: ¿qué por ciento del empleo total corresponde al gobierno central “socializado” que supuestamente todo lo acapara y controla? Poco más del 13%. ¿Este es el gobierno que está implantando el socialismo en Puerto Rico, gobierno que cuenta además con una Autoridad de Alianzas Público-Privadas que intenta desmantelar lo que aún quede del sector público? 

La realidad es que el capitalismo puro e incontaminado que habita en la mente de los ideólogos neoliberales no ha existido jamás. Tan solo tomando ese capitalismo imaginario como punto de partida se puede concluir que “Puerto Rico nunca ha tenido capitalismo”. La realidad es que ni las leyes de salario mínimo, ni los programas del llamado “estado de bienestar”, ni la reglamentación laboral o ambiental, ni los impuestos progresivos (que aumentan según el nivel de ingreso), ni la existencia de empresas públicas son muestras de socialismo. En ese caso, habría que decir que, no solo Puerto Rico, sino Estados Unidos ha sido socialista durante muchas décadas. Tampoco son OSHA a nivel federal o DACO en Puerto Rico, o la colegiación de ciertas profesiones, o la reglamentación de precios en el transporte, o la exigencia de declaraciones de impacto ambiental, ejemplos de socialismo. El capitalismo reglamentado no deja de ser capitalismo: las decisiones económicas fundamentales y la mayor acumulación de riqueza siguen en manos de los más grandes capitales privados que, a través de la competencia se imponen unos a otros la búsqueda de la mayor ganancia posible.

¿Por qué han surgido en todos los países medidas como las indicadas? Dicho sencillamente, han sido actos de autodefensa de la sociedad ante los aspectos destructivos del capitalismo. La búsqueda de la mayor ganancia posible se realiza a costa de las personas y del ambiente. Basta recordar las consecuencias del capitalismo desreglamentado: la extensión de la jornada laboral hasta que el cuerpo aguante (o no aguante), los salarios de miseria, el trabajo infantil, la falta de protección o compensación por accidentes, la miseria cuando ya no se puede trabajar, la pauperización de los desempleados y también la adulteración de productos (alimentos, medicinas, etc.), el envenenamiento del aire y los cuerpos de agua, la deforestación incontrolada y otros males, que han florecido y florecen, allí donde la sociedad no pone un límite a las leyes y tendencias del capitalismo. Por otro lado, este sistema, basado en la competencia y en las decisiones de capitales privados enfrentados unos a otros, es inestable y desemboca recurrentemente en grandes crisis, recesiones y depresiones que desarticulan la sociedad entera. Así ha sido desde la primera crisis generalizada en 1825. Esas crisis, según se agudizan, han exigido y exigen la intervención del estado para salvar al capitalismo de sí mismo y a los capitales privados de las consecuencias de sus acciones. Aunque a los ideólogos neoliberales les encanta protestar contra la intervención del estado, no objetan cuando el estado rescata al capital privado durante la crisis. Así ocurrió masivamente durante la gran crisis financiera global de 2008 y, más recientemente, con la crisis de varios grandes bancos en Estados Unidos. No se trata de socialismo, sino de medidas sin las cuales el capitalismo no hubiese sobrevivido, o al menos hubiese sufrido crisis mucho más destructivas (destructivas de más empresas y de mayores acumulaciones de capital, para empezar).

El presidente de MIDA y “Democracia es prosperidad” puede hablar todo lo que quiera sobre “responsabilidad” fiscal. Pero la gran recesión de 2008 y eventos similares son resultado de la irresponsabilidad y falta de previsión del sector privado, desatada por la desreglamentación y la desregulación, fomentada a nombre de la “libertad de mercado”.

El fundamentalismo de mercado, la democracia y el “populismo”

En fin, lo que el ILE, Proyecto Dignidad y el columnista Rivera combaten no es el socialismo sino cualquier medida que ponga un límite a la sed de ganancia del capital, a costa de la gente y el ambiente. No están combatiendo el socialismo, están combatiendo cualquier a amenaza a los privilegios de unos pocos. El súper pac ya tiene acumulado $1.3 millones para su campaña en 2024. Basta ver algunos de los donantes a este gran fondo de campaña: B. Fernández y Hnos., Bella Group, Pueblo Inc., Econo, Coca Cola Puerto Rico Bottlers, Supermercados Selectos, International Restaurant Services, Unión de Mayoristas, etc. Cuando hablan de “libertad económica” están hablando de su libertad económica, no la nuestra. Querían “libertad” para seguir pagando $7.25 la hora. Quieren “libertad” para seguir pagando $2.13 a quienes reciben propina, para despedir a trabajadores sin compensación (lo que en Estados Unidos llaman “employment at will”), para construir sobre tierra agrícola y en zonas ambientalmente sensitivas, es decir, libertad para maltratar la gente y el ambiente.

Aunque el súper pac se llama “Democracia es prosperidad”, la realidad es que la relación entre neoliberalismo y democracia es tensa, por no decir antagónica. Así, la novísima derecha, en sus momentos menos lunáticos, no piensa que el capitalismo se ha ido erosionando porque los líderes del PNP o PPD sean socialistas o marxistas escondidos. No. Es resultado del deseo de los funcionarios electos de retener sus puestos. El mercado es el mecanismo insuperable para procesar información y tomar decisiones económicas. Pero el mercado castiga severamente a los menos eficientes. Por eso, existe la tentación de que la gente intente “corregir” el mercado, y de que los funcionarios electos, deseosos de obtener los votos para retener sus puestos, cedan a esas exigencias o políticas “populistas”. La democracia, para la novísima derecha, es un riesgo: siempre trae el peligro del pacto populista entre electores y funcionarios electos. Por eso el populismo se ha convertido en el nuevo cuco de la novísima derecha que aparece por todos lados. Iván Rivera denuncia a los líderes del PNP y el PPD que “han hecho causa común y coro a los grupos populistas de izquierda y uniones”. A la vez que Manuel Reyes, presidente de MIDA y del mencionado súper pac insiste que Puerto Rico necesita “un contexto político responsable y no populista”, para dar dos ejemplos de cientos que podrían presentarse.

Por eso, según la doctrina neoliberal, es preferible que los organismos de política económica, monetaria o fiscal, estén desvinculados de los cuerpos electos y fuera de todo control democrático. Deben poder imponer la disciplina del mercado sin rendir cuentas a nadie. Por eso también se simpatiza con organismos no electos como la Junta de Control Fiscal, que pueden imponer políticas de austeridad, de privatización, de rediseño de agencias, sin tener que preocuparse por el sentir de la gente o el electorado. No es coincidencia que un pionero de la novísima derecha, el economista Gustavo Vélez, haya sido uno de los primeros promotores de la imposición de una Junta de Control y que haya sido uno de sus más destacados defensores desde su creación. Esto, como dijimos, es parte esencial de la agenda neoliberal, pero nada tiene que ver con la democracia.

Democracia quiere decir gobierno del pueblo. La novísima derecha quiere democracia sin “populismo”, lo cual en realidad quiere decir, democracia con la menor participación posible del pueblo. Una democracia sin pueblo, una forma sin contenido. Populista es el nuevo insulto con el que se refieren a quienes defienden la democracia y los intereses de la mayoría trabajadora y desposeída.

¿A qué responde la novísima derecha?

Hay que preguntarse por qué precisamente ahora aparece esta campaña anti-socialista de la novísima derecha. No hay duda, como demuestran las intervenciones de Rodríguez, Frontera y Rivera de que les preocupa el programa y las propuestas que el MVC ha impulsado en la legislatura. Muchas de esas propuestas tocan los privilegios que ellos pretenden defender: una reforma laboral que al menos devuelva importantes derechos a la clase trabajadora (licencias de vacaciones y enfermedad, protección y compensaciones por despido, elegibilidad para bono de Navidad, pago de horas extras, etc.); aumento del salario mínimo y futuros ajustes según aumente el costo de vida; fin del sub-salario mínimo de las personas que reciben propinas; notificación escrita que estipule las razones para un despido; plan piloto de reducción de la semana laboral sin reducción de salario; límite al número de camas asignadas a un enfermero en los hospitales; fin al desvío de fondos privados a las escuelas chárter; pasos hacia el establecimiento de un seguro de salud universal; promoción y protección del ejercicio del derecho a la organización sindical (reconocido por la Constitución); legitimación activa ambiental (standing para querellarse ante violaciones de ley o reglamento ambientales) para todo ciudadano; reconocimiento de personalidad jurídica de bosques y el carso (que facilite su protección), entre otras medidas. También les preocupan medidas radicadas por el PIP, a las que el MVC se ha unido, como la moratoria a nuevas construcciones en la zona costera y la revocación de las disposiciones de las leyes 20 y 22 (ahora parte de la ley 60), para dar dos ejemplos. 

Sin duda, estas ideas preocupan a la novísima derecha. Pero aún más le preocupa que los candidatos a la gobernación de los partidos que defienden este programa hayan obtenido 28% de los votos en una elección en que el ganador obtuvo a penas 33%. En fin, el apoyo a las ideas que ellos describen como populistas ha crecido apreciablemente. Les preocupa que siga creciendo. Por eso aprietan las alarmas que anuncian el incendio socialista. 

Pero ¿acaso no hay socialistas en el MVC? En sus escritos, algunos integrantes de la novísima derecha me han descrito como socialista. Están descubriendo el Mediterráneo. Nunca he escondido mis convicciones socialistas, es decir, anticapitalistas. El MVC no es una organización socialista, pero en el MVC participan compañeros y compañeras socialistas. ¿Por qué somos socialistas? Porque estamos convencidos de que todas las medidas señaladas anteriormente mitigan los efectos destructivos de una sociedad basada en la desigualdad y que tiene como motor la competencia. Pero mitigar los efectos de un mal no es lo mismo que abolir ese mal; mitigar los efectos de un problema no es lo mismo que resolverlo. Tan solo a través de la transformación de las fuentes de riqueza más importantes en propiedad social y de su administración democrática por el pueblo mismo podremos atender adecuadamente las necesidades de la humanidad, de toda la humanidad, en el marco de un nuevo tipo de relación con el entorno natural. Pero no queremos ni podemos imponer ese cambio. Lograr esa transformación implica convencer a la mayoría de su necesidad y viabilidad. También sabemos que para luchar por mejores salarios, derechos laborales, el ambiente, la universidad y un sistema de salud, por ejemplo, no hay que ser socialista. Estamos dispuestos a luchar y luchamos lealmente junto a todos y todas los que asumen esa agenda, sean o no sean socialistas, dentro y fuera del MVC. La experiencia demostrará cuan profundos son los cambios que necesitamos. La gente a la luz de su experiencia y reflexión decidirá si nuestra concepción es válida o no lo es. Esa es nuestra perspectiva. No la escondemos y nunca la hemos escondido.

La novísima derecha y nuestra agenda

En resumen, la novísima derecha está preocupada por varias razones. Primero, porque propuestas favorables a la igualdad social y la democracia económica recibieron en 2020 más apoyo electoral que nunca en décadas recientes. Segundo, porque más allá de ese apoyo electoral existen en Puerto Rico movimientos y colectivos sindicales, comunitarios, ambientales, feministas, profesionales y estudiantiles, entre otros, que comparten esos objetivos. Tercero, porque los partidos que hasta ahora han defendido sus intereses (PNP y PPD) tienen cada vez menos apoyo y prestigio y están cada vez más divididos internamente. Ante ese panorama, Proyecto Dignidad se está ofreciendo como nuevo partido del mercado y la “libre empresa” ante la amenaza “social demócrata libertina”, para usar las palabras con que su vicepresidente describe el compromiso del MVC con la igualdad y la diversidad. 

Todavía la mayor parte de la clase patronal se mantiene fiel al bipartidismo, aunque eso puede cambiar, si el deterioro de los partidos que lo componen se acelera. Por lo pronto, ya estamos avisados de la campaña que se avecina en 2024: las causas de los problemas de Puerto Rico son el populismo, el estatismo y el socialismo (también: el paternalismo, el progresismo, etc.) y el MVC y el PIP representan una continuidad de esas políticas de izquierda. 

Nuestra tarea es fortalecer todo lo que tanto preocupa a la novísima derecha. Nuestro apoyo no vendrá de think tanks o súper pacs patronales que se han creado para defender la desigualdad y para combatirnos. Vendrá del crecimiento y extensión de las luchas del pueblo cada vez más organizado. Nuestra fortaleza no depende del dinero de los primeros sino de la capacidad, compromiso y amplitud de los segundos. Hay que hacer un inventario de lo que tenemos y lo que nos falta.

Tenemos una gran cantidad de iniciativas de lucha y resistencia. Tenemos importantes proyectos políticos y electorales. Pero las luchas son a menudo discontinuas y están aisladas unas de otras. Carecen de medios de coordinación democrática y ágil entre ellas y de un programa compartido.

Necesitamos fortalecer todas las luchas, coordinarlas, dotarlas de un programa común y convertirlas en una fuerza política propia. 

No hay que dar la espalda a la política o la organización política. Al contrario, la organización política implica un proyecto de gobierno, una voluntad de gobernar: sin eso estaremos siempre limitados a presionar al PNP o el PPD desde afuera, sin lograr los cambios sustanciales que necesitamos.

Incoherencias y contradicciones de la novísima derecha

En nuestro trabajo debemos explicar la incoherencia y contradicciones de la novísima derecha. La novísima derecha dice defender la familia. Pero sus políticas anti-laborales, privatizadoras, de reducción de impuestos a los ricos y corporaciones fomentan la inseguridad de empleo, los bajos salarios, la reducción o encarecimiento de servicios (como la educación superior y la vivienda), la brecha salarial contra las mujeres, la falta de cuido de menores y adultos mayores y otras situaciones que destruyen las familias. No se puede empobrecer a las familias, privarlas de ingreso y servicios, y luego decir que se defiende la familia.

La novísima derecha habla de defender la propiedad privada. Pero defiende una sociedad que solo funciona si la mayoría carece de propiedad sobre medios para laborar independientemente. Es decir, se basa en la expropiación de la gran mayoría, que, por lo mismo, está obligada a venderse por un salario.

La novísima derecha dice defender al individuo. A nombre del individuo rechaza y repudia las uniones. Pero los trabajadores no pueden defender sus derechos individualmente. Para defenderse como individuos necesitan la acción y organización colectiva. Rechazar las uniones y la legislación protectora del trabajo los entrega al despotismo del patrono. Así, la novísima derecha habla de “libertad de emprender” (sabe dios cuándo y dónde), mientras nos priva de nuestros derechos como trabajadores, sin los cuales estamos indefensos como individuos. La novísima derecha no solo afirma la subordinación del individuo al patrono sino también a los vendavales del “mercado”. Esos vaivenes que nadie controla siembran la inseguridad y la precariedad, nos privan de bienes esenciales (como vivienda adecuada) y amenazan con dejarnos en la calle de un momento a otro. Más que la mano invisible del mercado es el puño muy palpable que nos golpea una y otra vez.

La novísima derecha habla de esfuerzo, mérito y productividad, pero insiste en la subordinación del trabajador y trabajadora en empresas y agencias que frustran sus capacidades, habilidades y creatividad.

Como indicamos, la novísima derecha habla de “responsabilidad” fiscal. Pero la desreglamentación del sector privado que promueve ha tenido y tiene como consecuencia la inestabilidad, recurrentemente, crisis y quiebras que destruyen empleos, pensiones, ahorros y hogares y comunidades.

Como todo el mundo, la novísima derecha se pronuncia contra la ola de violencia que arropa nuestra sociedad. Culpa de esto a la pérdida de “valores” y la destrucción de la familia, la familia que ella misma precariza y mina con sus políticas. Pero, además, hay que preguntarse ¿cuál es el ideal de la novísima derecha? ¿Cuáles son sus valores? ¿Cuáles son los valores de una sociedad en que cada uno debe asegurar, o tratar de asegurar, su bienestar en competencia con los demás, una sociedad en que cada individuo debe preocuparse por sí mismo y nadie más, en que la seguridad depende de la acumulación de riqueza propia? ¿Qué puede reinar en esa sociedad que tiene la desigualdad como fundamento, la competencia como motor y la precariedad como condición de la mayoría, sino el individualismo más estrecho, el egoísmo más destructivo, la soledad angustiante, así como la normalización de la violencia de mil y una formas?

 Al menos parte de la novísima derecha se presenta como defensora de los valores cristianos. Pero nada hay más alejado de la comunidad y la solidaridad cristiana que la ética de la competencia, del enriquecimiento privado y, por tanto, inevitablemente, del egoísmo, que define al capitalismo purificado de toda contaminación “socialista” promovido por la novísima derecha. En tal sociedad quien manda no es el bueno, sino el que más dinero tiene; quien reina no es la solidaridad sino el sálvese quien pueda. Recordemos un pasaje bíblico que describe cómo vivían los más antiguos seguidores de Jesús: “ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseían, sino que tenían todas las cosas en común… Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad”. Es como para darle un infarto a cualquier hayekiano: no hay aquí espacio para la competencia (“tenían todas las cosas en común”), ni para la acumulación privada de riqueza (“ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseían”) o la desigualdad (lo que tenían se repartía “a cada uno según su necesidad”). Repitamos: tenían todo en común. Uno se pregunta ¿Quiénes están más cerca de los apóstoles? ¿Los que promueven la privatización o los que defienden la propiedad social, administrada por el pueblo mismo?  Se puede seguir este ejemplo de los apóstoles o el dogma neoliberal, pero no las dos cosas a la vez, como pretende hacer al menos parte de la novísima derecha. 

El caso del entorno natural es quizás el más urgente: la carrera tras la ganancia privada, la llamada “libertad de emprender”, la libertad de mercado, han promovido una avalancha de deforestación, envenenamiento del aire y las aguas, producción y difusión de materiales sintéticos, quema de combustibles fósiles, entre otros procesos, que ponen en peligro muchos aspectos de nuestra existencia o nuestra vida misma. El cambio climático es el ejemplo más dramático de estos procesos y peligros. No se pueden atender estos problemas sin la transición a la energía renovable, sin rediseñar la vivienda y los vecindarios, sin cambiar materiales de construcción, sin transición al transporte colectivo y la reducción del uso del automóvil privado, sin relocalizar parte de la producción, incluso la producción de alimentos, entre otras medidas. Nada de esto ocurrirá como resultado de “señales del mercado”, menos aún de la búsqueda de ganancia privada por individuos o empresas. Todo esto exige planificación democrática del uso de los recursos materiales y las fuentes de riqueza. 

Lo novísima derecha responderá que esto sería atentar contra la libertad de empresa, contra la libertad económica, que no es otra cosa que la libertad de unos pocos para hacer y deshacer sin importar las consecuencias ambientales a corto, mediano o largo plazo. Y como no están dispuesta a sacrificar eso, la novísima derecha tiene que negar la existencia del cambio climático. No es raro que el ya citado Jorge L. Rodríguez afirme: “El cambio climático no es una emergencia, y, más aún, de urgencia.” Con tal de salvar el mercado están dispuestos a destruir el planeta o, más bien, a la humanidad. 

Esas son las verdaderas consecuencias del reino de la competencia y la supuesta libertad económica según concebida por los fundamentalistas del mercado: la desintegración de la comunidad, la frustración del individuo y la destrucción de la naturaleza. Miremos alrededor nuestro y veremos las consecuencias de sus políticas. Depende de nosotros y nosotras detenerlas y revertirlas.

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